La nueva era de las dictaduras

Olavo de Carvalho

Diário do Comércio, 18 de diciembre de 2006

Algunos creen que, con la muerte de Augusto Pinochet y la cercana desaparici�n de Fidel Castro, la era de los dictadores estar� extinta en Am�rica Latina. Es una loca esperanza. Lo que est� en v�as de terminar es la era de los dictadores nacionales, prenunciando el advenimiento de la dictadura continental. No estamos viendo el fin, sino un upgrade de la tiran�a latinoamericana.

Empiezo con una distinci�n obvia. Excluyendo las tiran�as din�sticas, olig�rquicas y populistas, que realmente pertenecen a una fase hist�rica extinta, hay dictaduras reaccionarias y revolucionarias. Las primeras son temporales por naturaleza, pues tienen ambiciones limitadas, visan a la restauraci�n de un estado anterior y se diluyen tan pronto alcancen sus objetivos. Las dictaduras revolucionarias arrancan las ra�ces del pasado y crean de la nada un mundo nuevo. De ordinario, pretenden modificar no s�lo la estructura de la sociedad, pero la propia naturaleza humana. Promueven transformaciones tan profundas � y tan perversas --, que, cuando se extinguen, ya no es posible ni restaurar lo que exist�a ni crear un nuevo patr�n de normalidad. Muchas dictaduras reaccionarias, pasada la pesadilla, dejaron saldos positivos. Chile, Espa�a y Portugal, cuando se deshicieron de Pinochet, Franco y Salazar, eran pa�ses libres y pr�speros. Las dictaduras revolucionarias no dejan otra cosa si no un rastro macabro de devastaci�n y muerte que s�lo puede resultar en nuevas dictaduras o en una decadencia larga e irreversible. La Francia del Antiguo R�gimen era la naci�n m�s rica y poderosa del mundo. Despu�s de la Revoluci�n, vino siempre en decadencia hasta reducirse a una burocracia malograda, dependiente de la ayuda americana, sujeta a dictadores extranjeros e incapaz de resistir a la invasi�n cultural isl�mica. Vietnam y Corea del Norte son cementerios mal administrados. China pos-Mao es la fiesta permanente de los generales entre la miseria del pueblo. Rusia se ahog� en el caos y en la corrupci�n. La �nica esperanza de una naci�n, tras la experiencia de la dictadura revolucionaria, es ser salva desde fuera, como lo fue Alemania. Pero nadie puede quererlo y despu�s darse el derecho de quejarse que los EE UU son la polic�a del mundo.

Las dictaduras en formaci�n en Am�rica Latina se definen por dos caracter�sticas: (1) son todas revolucionarias, prometiendo la mutaci�n radical y la militarizaci�n integral de la sociedad; (2) no son fen�menos aislados, nacionales, pero el resultado de una articulaci�n continental que comenz� en la d�cada de 60, con la OLAS (Organizaci�n Latinoamericana de Solidaridad) y cosech� sus primeros frutos tras la creaci�n del Foro de S�o Paulo en 1990. Desde entonces el proyecto de la revoluci�n latinoamericana viene alcanzando victoria tras victoria, sin encontrar cualquier resistencia si no por parte de izquierdistas light que, no obstante sus escr�pulos democr�ticos por lo menos formales, son al fin de cuentas esclavos ideol�gicos del mito revolucionario y, por ello mismo, meros colaboracionistas disfrazados.

La posibilidad de que el curso pueda ser detenido por el surgimiento de dictaduras reaccionarias, mismo locales y aisladas, es pr�cticamente nula. Los poderes internacionales y la gran mass media europea y americana oscilan entre los protestos fingidos y la complicidad expl�cita. Y la m�quina democr�tica de cada pa�s fue tan bien modificada desde dentro, que ya no puede servir si no para legitimar la tiran�a por v�a de la aprobaci�n popular.

La era de las dictaduras en el continente no se termin�. Est� s�lo empezando. Como dir�a el nost�lgico Paulo Francis, there's coming la shitstorm.

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Alexei Bueno, un abombado que en las actuales circunstancias es considerado por los c�rculos editoriales como poeta e incluso como erudito, est� haciendo circular por internet una comparaci�n entre Augusto Pinochet y Fidel Castro en la cual ejemplifica con deslumbramiento la capacidad que la izquierda tiene para mentir, despu�s olvidarse que minti� y finalmente creer con frenes� en su mentira.

�Pinochet � empieza �l -- es, ante todo, un traidor, esa cosa asquerosa, de un presidente elegido que lo puso, con ingenuidad, como Ministro del Ej�rcito. No me consta que Fidel haya sido jam�s ministro de Fulgencio Batista, muy al contrario fue siempre su visceral y p�blico opositor.�

Si Fernando Collor de Melo, delante de la inminencia del impeachment, se hubiera trancado en el palacio con guardas armados, vociferando amenazas, �qu� har�an los poderes legislativo y judiciario? Convocar�an al Ej�rcito para sacarlo de all� a la fuerza. Pinochet hizo exactamente eso: cerc� el Palacio de La Moneda por orden del Congreso y de la Suprema Corte que ya hab�an condenado el presidente corrupto, golpista y asesino. S�, asesino. Los centenares de homicidios practicados por los cubanos de la guardia personal de Allende son meticulosamente omitidos por la mass media nacional hace d�cadas, as� como el hecho hoy muy comprobado de que el presidente chileno era agente pago de la KGB. Era obligaci�n estricta del ej�rcito chileno prender ese criminal y, caso resistiera, matarlo como a un perro loco. Llamarlo a eso de �golpe� ya es un abuso sem�ntico intolerable. En la cabeza de Alexei Bueno, sin embargo, fue m�s que golpe: fue �traici�n�. Para ser un hombre bueno, Pinochet deber�a haber despreciado el orden legal y haberse alzado en armas contra el Congreso y la Suprema Corte a cambio de ser mantenido en el cargo ministerial. Con base en ese principio, Alexei podr�a concluir que s�lo Roberto Jefferson fue quien actu� errado en el caso del "mensal�o", al romper el pacto de lealtad mafiosa. Los otros mafiosos fueron ejemplos de moralidad superior.

�Mientras el generalucho agente de la CIA arm� un cuartelazo en el cual no hizo uso personal de una navaja, Fidel comand� el ataque a Moncada, fue preso, se exili� para no ser muerto, realiz� el quijotesco desembarco del Granma y la epopeya de Sierra Maestra.�

Puro parloteo: Que si patat�n, que si patat�n. . . Fidel Castro, mientras sus compa�eros mor�an en el ataque frustrado al cuartel Moncada, hu�a con cobard�a. Cu�nto a la �epopeya de Sierra Maestra�, fue de cabo a rabo una creaci�n literaria de Herbert L. Mathews, ingenioso periodista izquierdista del New York Times ya totalmente desmoralizado por la investigaci�n hist�rica. El comandante Huber Matos, que estuvo siempre al lado de Fidel a lo largo de los combates, atesta que �l jam�s dispar� un tiro. Che Guevara dispar� muchos, sobre todo en prisioneros atados. Adem�s la �epopeya� padece de una deplorable escasez de hechos militares: el total de anticastristas muertos en combate fue de poco m�s de mil personas (incluyendo el posterior episodio de Bah�a de Cochinos) y, cuando los guerrilleros bajaron para ocupar La Habana, ya no encontraron resistencia ninguna, pues Batista, derribado por la presi�n norteamericana, ya hab�a huido con sus principales c�mplices. La mayor parte del hero�smo castrista fue practicado en realidad contra civiles desarmados (vea los n�meros m�s adelante).

�Cu�nto a dictaduras sanguinarias, no me consta que en Cuba hayan puesto ni�os y viejos vivos en hornos, como en Argentina.�

Lo que a m� no me consta, en primer lugar, es que Pinochet haya gobernado Argentina. Me consta, s�, el hábito izquierdista de inculpar por asociaci�n de ideas. Pinochet es un milico de derecha, los gobernantes de Argentina eran milicos de derecha, por consiguiente Pinochet es culpable por lo que quiera que haya ocurrido en Argentina. Cu�nto a los hediondos hornos crematorios porte�os, Alexei nos queda debiendo alguna indicaci�n documental, por m�nima que sea, que compruebe la existencia de ellos. �l tambi�n podr�a explicarnos por qu� un detalle tan expresivo jam�s apareci� en la gran mass media antimilica.

�Todos los que fueron para el c�lebre �pared�n', muchos de ellos torturadores y asesinos de Batista, hab�an sido juzgados y condenados en tribunales revolucionarios, pero no �desaparecieron' tirados al mar, o metidos en agujeros llenos de dinamita.�

Por primera vez en la vida veo alguien insinuar que tribunales revolucionarios � donde la persona entra condenado y en quince minutos sale muerto -- son una forma de justicia superior al homicidio. Pero, cualquiera que sea el caso, esas mimosas instituciones s�lo fueron creadas en una fase avanzada de la revoluci�n cubana. A principio, Che Guevara, dispensando ese lujo, firmaba sin leer pilas y pilas de sentencias de muerte y no raro las ejecutaba personalmente. Adem�s, en total de v�ctimas de la revoluci�n cubana, las que pasaron por alg�n juicio, mismo simulado, es una fracci�n �nfima en comparaci�n con la cuota de �desaparecidos�. El monopolio izquierdista del uso de esa palabra en mass media s�lo est� sirviendo para hacerlos desaparecer una segunda vez, ocultando el hecho de que ellos fueron en mayor n�mero en Cuba que en cualquier otra dictadura latinoamericana. Los n�meros totales de la matanza cubana, reunidos a lo largo de veinte a�os de investigaciones por el economista Armando M. Lago, presidente de la C�mara Iberoamericana de Comercio y consultor de Stanford Research Institute, son los siguientes:

Fusilados: 5.621. Asesinados extrajudicialmente: 1.163. Presos pol�ticos muertos en la c�rcel por maltratos, falta de asistencia m�dica o causas naturales: 1.081. Guerrilleros anticastristas muertos en combate: 1.258. Soldados cubanos muertos en misiones en el exterior: 14.160. Muertos o desaparecidos en intentos de huida del pa�s: 77.824. Civiles muertos en ataques qu�micos en Mavinga, Angola: 5.000. Guerrilleros de la Unita muertos en combate contra tropas cubanas: 9.380. Total: 115.127 (no incluye muertes causadas por actividades subversivas en el exterior, como por ejemplo las v�ctimas del terrorismo brasile�o subsidiado por el gobierno cubano).

�Sugiero al lector que dijo ser la dictadura cubana la m�s sanguinaria de Am�rica Latina leer un poco de Historia o aprender aritm�tica.�

De mi parte no le sugiero a Alexei Bueno ni una cosa ni la otra, pues est�n ambas estupendamente por sobre no apenas de su capacidad, como tambi�n de sus intenciones. Un ejemplo de su idoneidad hist�rico-aritm�tica �l nos suministra en su p�rrafo de cierre:

�Pueden todos lastimarse, zollipar y gemir, pero el hecho es que Fidel Castro quedar� como uno de los m�s grandes l�deres antiimperialistas del siglo XX, al lado de un Mustaf� Kemal Atat�rk o de un Ho Chi Min. Todos fueron dictadores, prefiero a cualquier uno de ellos al gran dem�crata George W. Bush, que mat� mucho m�s gente que los tres juntos.�

Descontemos el uso despropositado del verbo �zollipar�, que es pura mariconada l�xica. Aunque acept�semos los n�meros m�s exagerados suministrados por la propaganda izquierdista cuanto a la guerra de Irak � pues no consta que George W. Bush haya iniciado otras guerras --, la comparaci�n, en materia de fidelidad hist�rica y exactitud aritm�tica, basta para nivelar hist�ricamente Alexei Bueno a la concisa suma aritm�tica de la bestia cuadrada con la bestia al cuadrado. Hoy entiendo por qu� el poeta Bruno Tolentino sol�a llamarle de Dislexei Bueno.

Traducción: Victor Madera