Lula, reo confeso

Olavo de Carvalho

Diário do Comércio, 25 de septiembre de 2005

Yo tendría que serle grato al sr. presidente de la República. Cuando prácticamente todos los medios de información nacionales perseveran en camuflar las actividades o hasta en negar la existencia del Foro de São Paulo, calificando de loco o fanático aquél que las denuncie, aparece el propio fundador de la asociación y canta la cosa, revelando de propia boca las sospechas más deprimentes y algunas aún peores que ellas.

El discurso presidencial de 2 de julio de 2005, pronunciado en la celebración de los quince años de existencia del Foro y reproducido en el sitio oficial del gobierno, http://www.info.planalto.gov.br/download/discursos/pr812a.doc, es la confesión explícita de una conspiración contra la soberanía nacional, crimen infinitamente más grave que todos los delitos de corrupción practicados y encubiertos por el actual gobierno; crimen que, por si mismo, justificaría no solo el impeachment como también la detención de su autor.

Como me encuentro lejos, solamente ahora he tenido ciencia integral de ese documento singular, pero los jefes de redacción de los grandes periódicos y de todos los noticieros de radio y TV de Brasil siempre estuvieron ahí mismo. Sabiendo sobre el discurso desde la fecha en que fue pronunciado, aun con todo continuaron en silencio, comprobando que su persistente ocultación de los hechos no ha sido fruto de la distracción o de la pura incompetencia: ha sido complicidad consciente, maquiavélica, hacia un crimen del cual esperaban obtener no se sabe cual provecho.

El significado de estos párrafos, desde que desenterrado de la basura verbal que le sirve de envoltorio, es de una nitidez tajante:

"En función de la existencia del Foro de São Paulo, el compañero Marco Aurelio ha desempeñado una función extraordinaria en esa labor de consolidación de aquello que empezamos en 1990… Fue así que nosotros, en enero de 2003, propusimos a nuestro compañero, presidente Chávez, la creación del Grupo de Amigos para encontrar una solución serena que, gracias a Dios, ocurrió en Venezuela. Y solo fue posible gracias a una acción política de compañeros. No era una acción política de un Estado con otro Estado, o de un presidente con otro presidente. Quien se recuerda, Chávez participó de uno de los foros que hicimos en Habana. Y gracias a esa relación fue posible que construyéramos, con muchas divergencias políticas, la consolidación de lo que ocurrió en Venezuela, con el referendo que consagró a Chávez como presidente de Venezuela.”

"Así fue que nosotros pudimos actuar junto a otros países con nuestros compañeros del movimiento social, de los partidos de aquellos países, del movimiento sindical, siempre utilizando la relación construida en el Foro de São Paulo para que pudiéramos conversar sin que pareciera y sin que la gente entendiera cualquier interferencia política.”

Lo que el sr. presidente admite en esos fragmentos es que:

1º. Foro de São Paulo es una asociación secreta o por lo menos camuflada ("construida... para que pudiéramos conversar sin que pareciera y sin que la gente entendiera cualquier interferencia política.”)

2º. Esa asociación se inmiscuye activamente en la política interna de varias naciones latino-americanas, tomando decisiones y determinando el rumbo de la coyuntura, a margen de toda fiscalización de gobiernos, parlamentos, justicia y opinión pública.

3º. El dicho "Grupo de Amigos de Venezuela" no fue sino un brazo, agencia o fachada del Foro de São Paulo ("En función de la existencia del Foro... propusimos a nuestro compañero, presidente Chávez...").

4º. Después de electo en 2002, él, Luís Inácio Lula da Silva, mientras que pro forma abandonaba su cargo de presidente del Foro de São Paulo, dando la impresión de que estaba libre para gobernar Brasil sin compromisos con pactos extranjeros mal explicados, siguió trabajando clandestinamente para el Foro, ayudando, por ejemplo, a producir los resultados del plebiscito venezolano de 15 de agosto de 2004 ("gracias a esa relación fue posible que construyéramos la consolidación de lo que ocurrió en Venezuela"), sin darle la minima satisfacción de ello a sus electores.

5º. La orientación cuanto a aspectos vitales de la política exterior brasileña fue decidida por el sr. Lula no como un presidente de la República en reunión con su ministerio, pero como participante y orientador de reuniones clandestinas con agentes políticos extranjeros ("fue una acción política de compañeros, no una acción política de un Estado con otro Estado, o de un presidente con otro presidente"). Por encima de sus deberes de presidente él colocó su lealtad a los “compañeros”.

El sr. presidente confiesa, en suma, que sometió el país a decisiones tomadas por extranjeros, reunidos en conferencias de una asociación cuyas acciones el pueblo brasileño no debía conocer ni mucho menos entender.

No podría ser más patente la humillación activa de la soberanía nacional, principalmente cuando se sabe que entre las entidades participantes en esas reuniones resolutivas figuran organizaciones como el MIR chileno, secuestrador de brasileños, y las Farc, narcoguerrilla colombiana, responsable según su compinche Fernandinho Beira-Mar, por la introducción de doscientas toneladas anuales de cocaína al mercado nacional.

Nunca un presidente electo de cualquier país civilizado mostró un desprecio tan completo a la Constitución, a las leyes, a las instituciones y al electorado entero, mientras concedía toda la confianza, toda la autoridad, a una conferencia clandestina repleta de criminales, para que decidieran, lejos a los ojos del pueblo, los destinos de la nación y sus relaciones con los vecinos... Nunca hubo, en Brasil, un traidor tan desfachatado, tan completo y tan cínico cuanto Luís Inácio Lula da Silva.

La prueba máxima de que él burló conscientemente a la opinión pública, manteniéndola en la ignorancia de las operaciones del Foro de São Paulo, está en que, en vísperas a la elección, amedrentado por mis constantes denuncias a respecto de esa asociación, mandó su “asesor para asuntos internacionales”, Giancarlo Summa, tranquilizar a los periódicos mediante una nota oficial del Partido de los Trabajadores, según la cual el Foro era apenas un inocente club para debates, sin cualquier actuación política (v. /semana/10192002globo.htm).

Y ahora él viene a alabarse de la “acción política de compañeros”, ejecutada con recursos del gobierno brasileño a escondidas del Parlamento, de la justicia y de la opinión pública.

Comparado a delito tan descomunal, ¿qué importancia hay en el Mensalão [1] y engendros similares, sino en cuanto medios usados para subsidiar operaciones parciales en el conjunto de la gran estrategia de transferencia de la soberanía nacional para la autoridad secreta de extranjeros?

¿Podrá haber desproporción mayor que entre vulgares episodios de corrupción y ese crimen supremo al cual sirvieron de instrumentos?

La respuesta es obvia. ¿Pero entonces por qué tantos se ofrecen a denunciar los medios mientras consienten en seguir ocultando los fines?

Aquí la respuesta no es tan obvia. Requiere una diferenciación preliminar. Los denunciantes se dividen en dos tipos: (A) individuos y grupos comprometidos con la maquinación del Foro de São Paulo, pero no directamente implicados en la utilización de esos medios ilícitos en particular; (B) individuos y grupos ajenos a una cosa y otra.

El juicio de los primeros es sencillo: que se vallan los anillos pero que se queden los dedos. Ya que se ha vuelto imposible seguir ocultando el uso de los instrumentos ilícitos, consienten en echar a las fieras sus operadores más notorios, de modo a poder seguir con la práctica del mismo crimen por otros modos y otros agentes. El contenido y hasta el estilo de las acusaciones subscritas por esa gente revelan su naturaleza de puras artimañas de distraimiento. Cuando atribuyen la corrupción al PT, que ya se nota desde 1990, solamente por acuerdos con el FMI firmados a partir de 2003, muestran que su ansia por mentir no se abstiene ni frente a la imposibilidad material pura y simple. Cuando echan las culpas sobre “un grupo”, disimulando el hecho de que las ramificaciones del la estructura criminal se extendían de la Presidencia de la República hasta las municipalidades del interior, abarcando prácticamente todo el partido, prueban que tienen tanto a esconder cuanto los ahora denunciados.

Más complejas son las motivaciones del grupo B. En parte, él se compone de figuras sin brío, física y moralmente cobardes, que prefieren atenerse al detalle menor por miedo de divisar las dimensiones continentales del crimen total. También está el subgrupo de los intelectualmente débiles, que se jugaron a la patraña de la “muerte del comunismo” y ahora se ven obligados, para no desdecirse, a reducir la mayor trama golpista de la historia de Latinoamérica a dimensiones que mejor puedan manejar, como si se tratara de un esquema de corrupción banal, despolitizando el sentido de los hechos y fingiendo que Lula no es nada más que un Fernando Collor sin jet ski. Están los que, por oportunismo o necedad colaboraron demás con la ascensión del partido criminal y ahora se sienten divididos entre el impulso de limpiarse del rancio de las malas compañías y o de minimizar el crimen para no sentir la carga de su colaboracionismo secuaz. Están los pseudo-astutos, que le dan refrigerio al enemigo, embalándose en la loca ilusión de que es más factible derrotarlo mordisqueándole por los bordes que pegarle un golpe mortal al corazón. Están, por fin, los que realmente no han entendido nada y, con el tradicional automatismo simiesco del discurso brasileño, apenas repiten lo que escuchan, con la esperanza de hacer buen papel.

Les pido con encarecimiento a todos los inflamados denunciantes anticorruptos de las últimas semanas – políticos, dueños de medios de comunicación, empresarios, periodistas, intelectuales, magistrados, militares – que examinen cuidadosamente sus respectivas consciencias, si les queda alguna, para saber cual de los subgrupos les corresponde. Ya que, exceptuando aquellos pocos brasileños de valor que subscribieron a tiempo las denuncias contra el Foro de São Paulo, a todos los demás fatalmente les corresponde alguno.

Seria absurdo imputarle solamente a Lula y al Foro de São Paulo la culpa por la podredumbre moral brasileña, olvidando el aporte que recibieron de esos moralistas de ocasión, tan diligentes en denunciar parcialidades cuanto solícitos en ocultar totalidades. Nada podría haber fomentado tanto el autoengaño nacional que esa prodigiosa red de connivencia y omisiones nacidas por diversos motivos pero convergentes hacia el mismo resultado: instaurar una falsa sensación de investigaciones transparentes, una apariencia de normalidad y legalidad cuando, corroído invisiblemente de adentro, el orden entero desmorona.

La destrucción del orden y su substitución por “un nuevo estándar de relación entre el Estado y la sociedad”, decidido en reuniones secretas con extranjeros, tal fue el objetivo confeso del sr. Lula. Objetivo que, según dijo en otra parte del mismo discurso, debería ser alcanzado y consolidado “de tal forma que pueda ser perdurable, aparte de quien gobierne el país”.

Lo que se infiere de la actitud de sus críticos y acusadores es que, en el objetivo general, el sr. Lula ya se aseguró el triunfo, independientemente del éxito o malogro que obtenga en el resto de su mandato. El nuevo orden, cuyo nombre está prohibido nombrar, ya se ha implantado, y su autoridad es tanta que ni siquiera los enemigos más fieros del presidente se atreven a contestarla. Todos, de una u otra manera, ya se conformaron, al menos tácitamente, en colocar el Foro de São Paulo por encima de la Constitución, de las leyes y de las instituciones brasileñas. Si protestan por estafas, por malversación del dinero, de escándalos y propinas, es justamente para no tener que protestar por la transferencia de la soberanía nacional a la asamblea continental de los “compañeros”, como Hugo Chávez, Fidel Castro, los narcoguerrilleros colombianos y los secuestradores chilenos. Es como si una mujer estuprada protestara contra el desarreglo de su peinado, olvidándose de hablar un poquito, aunque vergonzosamente, contra el estupro como tal.

Talvez el descalabro del sr. Lula y su maldito Foro no le hayan causado a Brasil un daño tan vasto como esa inversión total de las proporciones, esa destrucción completa del juicio moral, esa corrupción integral de la consciencia pública. Nunca se ha visto un pacto tan profundo entre acusado y acusadores para permitir que el crimen, denunciado con tanto alarde en los detalles, fuese tan bien sucedido en los objetivos de conjunto, “sin que pareciera y sin que la gente entendiera”


[1] Palabra que se refiere a un pago mensual que el gobierno petista, a cargo del señor Lula da Silva, entregaba a varios diputados en cambio de apoyo político en las votaciones del Congreso brasileño. La denominación “mensalão” es superlativa de “mensal” por envolver sumas vultuosas

Traducción: Victor Madera