Obviedades temibles
Olavo de Carvalho
Diário do Comércio, 1o de agosto de 2005
A estas alturas ya ha quedado evidente que hasta algunos de los más férreos acusadores de la corrupción gubernamental están primero interesados en salvarle la imagen al PT – Partido de los Trabajadores – que en descubrir la verdad. Ya he dicho decenas de veces y repito: la izquierda organizada – no el PT solo, pero la articulación de los partidos integrantes del Foro de São Paulo – es más poderosa que el Parlamento, más poderosa que el empresariado, más poderosa que la Justicia, más poderosa que la iglesia, más poderosa que los medios de comunicación, más poderosa que las Fuerzas Armadas. Nadie posee mecanismos para punirle, haga ella lo que se le antoje hacer. El Estado brasileño, para ella, es apenas materia dúctil de la que se servirá a su voluntad, moldándola y remodelándola a su imagen y similitud, siempre que así quiera, en el estilo que le dé la gana, suscitando nada más que protestas aisladas, débiles e impotentes.
El simple hecho de que sus opositores se limiten a imputaciones sobre particularidades, sin coraje o capacidad para denunciar el esquema ideológico y estratégico por tras de todo, prueba rotundamente que estos están derrotados, sumisos, prendiéndose a subterfugios fútiles para no tener que divisar la extensión de la tragedia en que una persistente cobardía los ha sumergido. Disputan al menudeo porque saben que, al mayoreo, ya han perdido. Y no me refiero apenas a Brasil: el continente latinoamericano, a excepción de Colombia, de Chile y de los pequeños países de Centroamérica, ya está bajo el dominio comunista y no saldrá ileso de ese aturdimiento, como jamás ha salido cualquier pueblo sometido a semejante experiencia. Desde que los sectores más vitalmente interesados en la conservación de la democracia capitalista cayeron en el embuste del “fin del comunismo” y reprimieron en sí mismos toda inclinación de anticomunismo, se quedaron virtualmente muertos y enterrados. A empezar por los gran señores de los medios de información, conejillos asustados, temblorosos ante los jefetes comunistas que ellos mismos nombraron y ante los bancos oficiales que prestan auxilio a sus empresas periclitantes. El porvenir del continente latino-americano está decidido: el futuro se llama Unión de las Repúblicas Socialistas de América Latina. El vaticinio de Fidel Castro, emitido en la IV Asamblea del Foro de San Pablo, está en vías de realizarse plenamente: el movimiento comunista internacional ya está reconquistando en Latinoamérica todo lo que perdió en el Leste Europeo. Con ostensible diferencia: En Europa el comunismo marchó sobre cadáveres de héroes y mártires; En Latinoamérica pasará suavemente sobre la pasta amorfa de la pusilanimidad, de la omisión y del colaboracionismo.
Y no se iludan con una intervención salvadora de EUA. La ascensión del comunismo en Latinoamérica le interesa muchísimo a la izquierda encopetada americana que aquí representa la nata del poder económico y, en escala mundial, la vanguardia intelectual y financiera del globalismo. Cierto es que en EUA esa gente enfrenta una implacable resistencia de los conservadores y nacionalistas, pero estos empezaron a luchar muy tarde, en la década de 70, al paso que la izquierda ya dominaba los círculos de elite, las universidades, los entretenimientos públicos y los grandes medios masivos de comunicación desde los años 30. Actualmente los izquierdistas son los dueños de las verbas oficiales de ayuda al Tercer Mundo que, junto al dinero de las fundaciones multimillonarias, fluyen hacia los movimientos revolucionarios y son negados a todo lo que sea o parezca “de derecha”. Experimenten. Hagan la prueba. Elaboren un proyecto inspirado en valores judaico-cristianos, para defender a los derechos individuales o a la economía de mercado, e intenten obtener ayuda de alguna institución gubernamental o mega fundación americana. En el mejor de los casos recibirán evasivas educadas. A seguir inventen alguna tontería, aduciendo “combate a las desigualdades”, abortismo, feminismo, derechos homosexuales, etc.: los cofres se abrirán generosamente.
Cierto que aquí hay mucha gente contra eso, es verdad que los
conservadores hoy tienen el apoyo de la mayoría de la
población y está claro que un redescubrimiento de los
valores americanos tradicionales ha creado dificultades excepcionales a la
elite izquierdista, pero aún hay por delante una lucha de muchas
décadas antes que eso pueda reflejarse en cambio efectivo de la
política internacional americana. Incluso en Oriente Medio, donde
el plan Bush de difundir la democracia entre los pueblos islámicos
viene logrando sucesos espléndidos – reconocidos hasta por un
izquierdista patológico como Caio Blinder – el apoyo interno
al presidente es continuamente obstruido a través de
campañas de propaganda, mentirosas hasta el delirio, que arriesgan
abortar la acción americana y devolver Irak a la cuadrilla de
Saddam Hussein. ¿Cómo, en tales condiciones, podrían
los EUA intervenir en Latinoamérica? Si la propia izquierda alardea
como realidad inminente lo que de hecho es una imposibilidad flagrante, es
porque sabe utilizar el doble efecto, estimulante y tranquilizante, de la
propaganda engañadora: inocular miedo y odio en los corazones de
nacionalistas sonsos (militares especialmente), anestesiar empresarios
idiotas, infundiéndoles una esperanza insensata.
Pero talvez la insensatez mayor de los antipetistas sea la confianza que
depositan en el PSDB – Partido da Social Democracia Brasileira. Ese
partido hace parte de la Internacional Socialista, fue responsable durante
el gobierno de Fernando Henrique por la transformación del MST
– Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra en el más
poderoso movimiento de masas del continente y por la introducción
maciza de la propaganda comunista en las escuelas. Admitirlo como
encarnación de la “derecha” es caer en la trampa verbal
del petismo, que ha demarcado a la izquierda moderada como forma extrema
de derechismo permitido, criminalizando todo lo demás para
asegurarse el dominio del espectro político entero, bloqueando el
surgimiento de una autentica oposición
capitalista-democrática.
El propio Fernando Henrique, bajo aplausos entusiásticos del petista Christovam Buarque, ya declaró que su partido no tiene divergencias ideológicas o estratégicas con el Partido de los Trabajadores, que entre ellos no hay nada más que pequeñas disputas de poder (inevitables incluso dentro de un régimen de tipo soviético) y que los objetivos finales de uno y otro son exactamente los mismos. La sagacidad pueril brasileña puede divisar en esa declaración no más que una concesión sin compromiso, un golpe de astucia campesina. Pero Fernando Henrique no es estúpido lo suficiente para querer engañar a un adversario canchero por vía de adulación barata. Estúpido es el oyente al no percibir que el ex-presidente dijo apenas una verdad factual, material, auto-evidente para todos los petistas y psdebistas informados.
PT y PSDB corresponden, en el microcosmo nacional, al comunismo y al socialismo fabiano en la escala internacional. Se denomina socialismo fabiano a la ideología que orienta la Comunidad Europea y, en larga medida, a la ONU (lean The European Union Collective, de Christopher Story, Londres, Edward Harle, 2002). Su propósito esencial es la instauración de la dictadura socialista – la dominación plena del Estado sobre todas las iniciativas humanas – no a través de la revolución, pero de progresivos cambios en la legislación. El símbolo del socialismo Fabiano es la tortuga, designando la lentitud persistente en contraste a la precipitación comunista (durante todas las reuniones para la implantación de la Comunidad Europea, la mesa directiva ha ostentado una tortuga de loza, llevada por el ex-presidente francés Valéry Giscard d'Estaing). Hoy se sabe que los inventores del socialismo fabiano - Sidney y Beatrice Webb - actuaban bajo orientación directa del gobierno soviético, presentando como alternativa al comunismo aquello que era apenas el comunismo actuando de forma más anestésica. Pasadas ocho décadas, la división de tareas no ha cambiado. Igualmente no cambiaron para nada las pequeñas altercaciones que tiran arena a los ojos de los espectadores. Cuando Fernando Henrique declara que, en las investigaciones sobre el escándalo del Mensalão1 , es de suma importancia no destruir al PT, sabe muy bien lo que dice. Se trata de garantizarle al PSDB un lugar más deseable en el esquema de poder socialista, no de eliminar al esquema en cuanto tal.
El espantoso respaldo internacional que tiene ese proyecto en los círculos globalistas de Europa y de EUA puede ser mensurado por el festejo que recibe Lula de los grandes medios americanos (obstinadamente anti-Bush), de varios gobiernos europeos y del propio Fondo Monetario Internacional, que en Brasil nadie parece saber que es un organo de la burocracia globalista, no un baluarte de la libertad económica, como lo presentan los izquierdistas para camuflar la ayuda que de él reciben.
Si hay algo que me disgusta y me exaspera es tener que abandonar el terreno de los análisis y diagnósticos, en que me muevo a gusto, por el de las sugestiones prácticas que no le caben al estudioso y sí a los políticos. Detesto aconsejar. Pero hay un consejo que no puedo reprimir. Es de una estupidez insana intentar combatir con acusaciones puntuales a un esquema estratégico abarcador, que incluye desde el envenenamiento ideológico de pequeños niños hasta vastas redes internacionales de apoyo económico, político, publicitario y militar. Si ustedes quieren hacer algo de efectivo contra la hegemonía izquierdista, paren de iludirse con la eficacia utópica de las medias medidas, paren de confiar en comisiones de averiguación presididas por los propios investigados, paren de pretender agujerear con alfileres una coraza de elefante. Admitan que, contra una estrategia comunista de envergadura continental, sólo una estrategia anticomunista de idénticas proporciones podrá alguna cosa. Reconozcan que sólo puede salvarles aquello que más temen: el enfrentamiento ideológico sistemático, abarcador, completo. Asuman la defensa de los valores judaico-cristianos, del modelo occidental de democracia, de las libertades individuales y declaren en alta voz el nombre del enemigo: comunismo. ¿Si ustedes tienen miedo hasta de nombrar al bicharraco, como podrán derrotarle?
Sé que es tarde, es demasiado tarde, para empezar un enfrentamiento de tal proporciones. Pero algunas cosas aún pueden ser hechas con recursos modestos y de gran eficacia. Una de ellas es, admitiendo francamente, que ya no existe en Brasil autoridad superior a la izquierda organizada, reconocer que ha llegado la hora de apelar al juicio internacional, usando las armas del propio globalismo contra sus protegidos locales. No cuesta nada que algún grupo interesado dirija a la Organización de los Estados Americanos una petición requiriendo una comisión investigativa internacional, independiente, para averiguar los crímenes del Partido de los Trabajadores. Tengo dudas de que alguien en Brasil posea valor para ello, pero cuando se cierran todas las puertas, es preciso recordar que aún quedan las ventanas. Diré más sobre el tema en los próximos artículos.
1 NT. Palabra que se refiere a un pago mensual que el gobierno petista, a cargo del señor Lula da Silva, entregaba a varios diputados en cambio de apoyo político en las votaciones del Congreso brasileño. La denominación “mensalão” es superlativa de “mensal” por envolver sumas vultuosa.
Traducción: Victor Madera