�Y yo?
Olavo de Carvalho
Zero Hora, 30 de junio de 2002
Vengo, por medio de la presente, a protestar contra la odiosa discriminaci�n de que estoy siendo objeto. El problema es el siguiente: he escrito y dicho sobre el gobernador Ol�vio Dutra cosas mucho peores de las que acarreraron una condena judicial a mis colegas Jos� Barrionuevo y Marcelo Rech, y el gobierno de Rio Grande do Sul no me presta ni la menor atenci�n. Estoy sinti�ndome completamente condenado a apolillarme. Incluso mi estimado Jos� Giusti Tavares, que no es periodista, ha tenido derecho a un procesillo � y yo, nada. Ni una m�sera citaci�n. Ni siquiera un estir�n de orejas oficial.
�No es algo indignante? �Qu� tienen ellos que yo no tenga?
En verdad os digo: la cosa no es exactamente as�. Soy yo el que tengo algo que ellos no tienen. Tengo una columna semanal en O Globo y otra mensual en �poca, en las que armar�a un esc�ndalo nacional si fuese v�ctima de una absurdidad como la que se ha precipitado desde lo alto del Palacio Piratini sobre mis colegas. Ellos, en cambio, que escriben s�lo en la prensa de Rio Grande, pueden ser siempre perseguidos, censurados, acusados y condenados sin que el gobierno gaucho tenga que preocuparse de las repercusiones en los otros Estados: la �petezada� de las redacciones de Rio, de S�o Paulo y de Brasilia se encarga de amortiguar el asunto con un tratamiento discreto, y listo -- queda bloqueada la exportaci�n de la afrenta. En eso como en todo lo dem�s, la prepotencia comunista que gobierna este Estado puede aprovecharse, como quien no quiere la cosa, del eficiente cordon sanitaire extendido alrededor del territorio gaucho por la militancia period�stica nacional para que nadie sepa exactamente lo que est� pasando aqu�.
Mis dos columnas se cuentan entre los pocos agujeros de la malla de la censura, y a trav�s de ellos he divulgado no s�lo algunos hechos escabrosos de la actualidad gaucha sino tambi�n los libros de Jos� Giusti Tavares, Adolpho Jo�o de Paula Couto, Percival Puggina, Onyx Lorenzoni, Paulo do Couto e Silva y de tantos otros que los comentan. F�jense bien. He dicho: libros. Cuando un asunto no s�lo es recogido en las noticias de los peri�dicos, sino que ha llegado a ser ya objeto de toda una bibliograf�a, es muy dif�cil negar que exista. Sin embargo, hasta ese prodigio de ocultaci�n ha sido posible para la �macumba� izquierdista que hechiza al periodismo nacional.
En verdad, hacer desaparecer al Estado de Rio Grande no es nada, si se compara con las proezas incomparablemente mayores que han sido realizadas por el ej�rcito de Mandrakes period�sticos.
�Cu�ntas noticias han aparecido en la prensa nacional sobre el genocidio chino en el Tibet, que ya ha liquidado a un mill�n de ciudadanos desarmados y que reprime con violencia la pr�ctica de la religi�n nacional?
Ninguna.
�Cu�ntas han salido sobre la matanza sistem�tica de granjeros blancos en Sud�frica, patrocinada por un gobierno pro-comunista?
Ninguna.
�Cu�ntas sobre la participaci�n de Fidel Castro en el narcotr�fico, denunciada hasta por ex-funcionarios del primer escalaf�n de su gobierno?
Ninguna.
�Cu�ntas sobre los encuentros que se realizan en Cuba desde hace m�s de diez a�os -- con la presencia sol�cita del partido del Sr. Ol�vio Dutra -- para montar la m�s amplia estrategia revolucionaria que se haya puesto en marcha jam�s en este continente?
Ninguna.
�Cu�ntas sobre la financiaci�n china de los atentados del 11 de septiembre, sobre la que ya circulan en las librer�as de EUA dos �best sellers�?
Ninguna.
Por tanto, amigos gauchos, no se sientan excluidos. Los brasile�os de hoy no es que no sepan nada sobre Rio Grande. Es que no saben nada sobre el mundo. Viven dentro de una redoma de estereotipos, protegidos de la realidad.
La excusa que tienen los exterminadores del periodismo para eliminar de
la lista tantas noticias importantes es que no han aparecido en la
CNN, en el New York Times ni en el Washington Post.
Esos tres gigantes de los medios de comunicaci�n todav�a representan
para el periodismo brasile�o la encarnaci�n por antonomasia de la
opini�n norteamericana. Si un asunto no sale en ellos, es como si no
existiese. Pero eso es un error intencionado. En EUA simplemente no hay
peri�dicos o canales de TV que tengan hegemon�a sobre la opini�n
p�blica. La circulaci�n de hechos y de ideas se propaga a trav�s de una
red de miles de peri�dicos, emisoras de radio y canales de TV locales.
La influencia de un columnista, por ejemplo, no se mide por el prestigio
aislado del peri�dico en el que escribe, sino por el n�mero de
peri�dicos que reproducen sus art�culos para los lectores de todo el
pa�s. George Will, David Horowitz y Thomas Sowell, tres de los
columnistas m�s le�dos de los EUA, no escriben para ning�n mastodonte
impreso: escriben para doscientos, trescientos peri�dicos y revistas
cuya tirada, en conjunto, es infinitamente mayor que la de cualquier
New York Times. Los medios de comunicaci�n brasile�os, fijando
obsesivamente su atenci�n en los peri�dicos y canales m�s famosos, y
neg�ndose a informar sobre lo que no ha salido en ellos, se enga�an a s�
mismos y enga�an al lector. Y, cuando escogen precisamente los tres
�rganos mencionados, es porque son los archiconocidos baluartes de la
mentira izquierdista de EUA, ya mil veces desacreditados por libros como
Bias de Bernard Goldberg y Cubriendo y descubriendo de
Miguel Faria Jr., y tambi�n por sites de observaci�n cr�tica como
En suma, lo que consta en Brasil como autoridad period�stica americana es precisamente lo m�s sospechoso y decr�pito que existe en EUA. Para m�s inri, en el caso de la CNN incluso su ficticia autoridad ya est� declinando: la Fox, canal conservador, tiene hoy una audiencia dos veces y media mayor que la CNN, y ni por �sas los medios de comunicaci�n brasile�os comprueban en la Fox lo que ven en la CNN. El periodismo brasile�o, transmitiendo a los lectores una idea falsa de los medios de comunicaci�n americanos, legitiman y adornan sus propias mentiras y omisiones.