La oportunidad de los liberales

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 13 de agosto de 2000

La izquierda ha llegado a ser hegem�nica porque sabe ad�nde quiere ir y consigue que las personas crean que, ayud�ndola a llegar all�, est�n yendo adonde ellas mismas desean. La derecha s�lo sabe lo que no quiere e, incluso cuando lucha por los intereses m�s obvios del pueblo, da la impresi�n de estar actuando en beneficio propio. Esto sucede porque hasta la derecha est� hechizada por el discurso izquierdista y, cuando abre la boca para defenderse, s�lo sabe repetir palabras que la acusan.

Todo comunista sabe que, en el vocabulario de su ideolog�a, la expresi�n "lucha por la democracia" tiene un significado espec�fico, muy distinto del que tiene en el lenguaje corriente: designa una etapa del proceso revolucionario, que tiene que ser superada inmediatamente despu�s de ser alcanzada y que tiene que ser transformada lo m�s r�pidamente posible en un comunismo expl�cito. Pero eso es precisamente lo que las dem�s personas no saben � y, cuando se al�an con los comunistas en la lucha por alg�n objetivo, por ejemplo los "derechos civiles", no tienen la menor idea de que sus esfuerzos por la consecuci�n de esa meta concreta ya han sido enmarcados en la estrategia m�s amplia de sus aliados, a la que acabar�n sirviendo sin darse cuenta.

Por eso mismo, en la lucha por la redemocratizaci�n de Brasil, la vuelta a la normalidad democr�tica s�lo fue una parte de los objetivos alcanzados � la parte menor y secundaria. La parte mayor y principal ha sido la hegemon�a comunista del proceso. Por sus frutos los conocer�is: hoy la izquierda no s�lo tiene en su mano el noventa por ciento del electorado en los grandes centros urbanos, sino que tambi�n domina la m�quina de las denuncias e investigaciones con la que destruye, con o sin pruebas, la reputaci�n de todo aquel que le molesta. El resultado es que la guerra contra la corrupci�n no ha hecho disminuir ni un �pice la corrupci�n, pero ha hecho subir hasta las nubes el poder de manipulaci�n izquierdista de la opini�n p�blica. Del mismo modo, las campa�as sentimentaloides contra la miseria � programadas con el �nico prop�sito de absorber en la estrategia izquierdista el aparato nacional de la asistencia social � no han atenuado la pobreza en lo m�s m�nimo, pero han abierto perspectivas deliciosamente ilimitadas para el dominio moral de las conciencias por parte del "establishment" izquierdista. Por sus frutos los conocer�is.

Para hacer frente al asalto izquierdista generalizado, la derecha liberal s�lo cuenta con un recurso ideol�gico espec�fico y limitado: la apolog�a de la econom�a de mercado. Los liberales son tan eficientes y valientes en la lucha por ese punto �nico cuanto son omisos e indefensos en todo lo dem�s. Ante el avance simult�neo del adversario en todos los frentes, se aferran a la defensa de una ciudad, de un barrio, de un edificio, con la desesperaci�n de quien ya ha dado la guerra por perdida y ya no desea salvar m�s que ese �ltimo s�mbolo de su honra guerrera.

Para complicar las cosas, la insistencia exclusiva en ese punto pone a los liberales en contra de otras corrientes de opini�n que, siendo tan anticomunistas como ellos, identifican liberalismo con dominio globalista y miran con temor y desconfianza la posibilidad de una mayor injerencia extranjera en los asuntos nacionales. Entre el comunismo que detestan y el neoliberalismo que temen, esas corrientes se encuentran hoy aisladas y sin fuerza. Como en ellas hay muchos militares, los comunistas ya se han dado cuenta de su vital importancia y hacen �mprobos esfuerzos por conquistarlas. Pero a�n no lo han conseguido. Para que los liberales ganen su simpat�a, basta que sepan distinguir entre el aut�ntico liberalismo que defienden y el fraude del "neoliberalismo" imperialista, intervencionista (y, en el fondo, socialista) de los Srs. Clinton y Blair. El "establishment" globalista mundial est� hoy francamente a la izquierda. �sa es la mejor oportunidad para un di�logo entre liberales y nacionalistas, con el fin de impedir que �stos acaben colaborando, por falta de opci�n, con el viejo juego estalinista de vender el comunismo con envoltorio de nacionalismo.

Yo ser�a el �ltimo en desear la extinci�n de la izquierda o su reducci�n a la completa impotencia. Ya vi esa pel�cula y no me gust� nada. Es necesario que haya una izquierda, que exista una derecha, que ambas acepten jugar el juego democr�tico del relevo electoral y que nadie utilice la democracia como medio provisional para llegar a... algo distinto. No tiene sentido hablar de estabilidad democr�tica y al mismo tiempo hacer de la democracia un trampol�n para otro tipo de r�gimen, sobre todo para �se que, eufem�sticamente, se auto-denomina "democracia popular". Lo que no puede continuar es esa situaci�n aberrante en la que s�lo uno de los lados habla, s�lo uno de los lados acusa, s�lo uno de los lados hace y deshace y, al mismo tiempo, ese mismo lado se queja y se las da de pobrecito, lloriqueando contra el "discurso �nico", como si el �nico discurso en circulaci�n, a parte del estrecho c�rculo de los profesionales de la econom�a, no fuese precisamente el suyo.

Con independencia de decidir si en el Brasil del futuro cada uno de nosotros estar� con la derecha, con la izquierda o con ninguna de las dos, fortalecer la derecha liberal es hoy el deber n�mero uno de quien, habiendo conocido la dictadura en este pa�s o en cualquier otro, sabe cu�nto vale la democracia.