Nacional-masoquismo

Olavo de Carvalho

�poca, 12 de agosto de 2000

El nacionalismo brasile�o quiere conservar los anillos y sacrificar los dedos

�Pseudo-morfosis� es una formaci�n simulada. En la filosof�a de Oswald Spengler, designa la cultura que empieza a tomar impulso propio, pero que despu�s manifiesta que nunca ha sido m�s que un ap�ndice, una sombra de una cultura cercana m�s fuerte.

�Es Brasil una pseudo-morfosis de la cultura americana? No lo s�, pero si se puede alegar algo a favor de esa hip�tesis, es precisamente el modo brasile�o de ser nacionalista. En el estilo de nuestra auto-afirmaci�n nacional se perciben con nitidez los rasgos de un esp�ritu servil y dependiente, que cuanta m�s autonom�a reclama m�s lo hace en los t�rminos impuestos desde fuera, y cuanto m�s se agita m�s aprieta el lazo que lo aprisiona.

La pol�tica de dominaci�n global act�a en cuatro frentes: la apertura econ�mica, la implantaci�n de modelos culturales, la conquista de la hegemon�a territorial y el debilitamiento divisionista de los Estados nacionales. De los cuatro puntos, el menos peligroso es el primero: la experiencia mundial ya ha demostrado que cualquier pa�s puede beneficiarse de la globalizaci�n econ�mica sin perder nada de su identidad cultural y de su soberan�a territorial y pol�tica. Pero nuestro nacionalismo ofrece una obstinada resistencia a la penetraci�n extranjera en el campo econ�mico y se abre gustosamente, placenteramente, canallescamente a ella en todo lo dem�s. Por ejemplo, �qui�n no ha visto, hace muy poco, a las mismas personas que se exaltan de indignaci�n ante la venta de las empresas estatales ir a engrosar las filas del indigenismo importado, que adem�s de luchar por la transferencia de trozos enteros de nuestro territorio a la administraci�n de las ONGs extranjeras encima tiene la imperturbable cara dura de negar, en nombre de derechos ancestrales reci�n inventados en Nueva York y en Ginebra, la unidad de la cultura brasile�a e incluso la legitimidad misma de la existencia de Brasil como naci�n? Nada en este mundo puede explicar que una o dos o 100 empresas p�blicas sean bienes m�s vitales y m�s dignos de ser preservados que la unidad cultural, el territorio y la soberan�a juntos.

En esta misma l�nea de conservar los anillos sacrificando los dedos, los ap�stoles de las estatales no ven nada de particular en que sectores de la administraci�n p�blica sean transferidos a ONGs financiadas desde el Exterior, como se viene haciendo con el �servicio civil�, que anualmente pondr� la mano de obra gratuita de millones de j�venes brasile�os a disposici�n de entidades notoriamente vinculadas a intereses extranjeros.

Peor a�n, esos mismos individuos est�n en la primera l�nea del frente de combate destinado a destruir el modelo brasile�o de integraci�n racial para implantar, en su lugar, el americano. El modelo brasile�o no es perfecto, pero es, hasta ahora, el mejor del mundo. Consiste en diluir las diferencias de raza en la convivencia diaria, en el sincretismo cultural y en la mezcla de razas, con un m�nimo de interferencia estatal en el proceso. El americano est� constituido por grupos separados, cada uno de ellos fuertemente imbuido de su identidad racial, conviviendo bajo la protecci�n del Estado-bedel y de una parafernalia de leyes que fomentan la sospecha de todos contra todos, sobre la base c�nica del �divide y vencer�s�. Cambiar aqu�l por �ste es un disparatado sacrificio masoquista, es importar el problema en vez de exportar la soluci�n.

�Con nacionalistas como �sos, qui�n necesita imperialistas?