La derecha permitida

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 1 de julio de 2000

Cuando Ud. oiga decir: "Derecha e izquierda son nociones superadas", f�jese bien y notar� que en general la frase proviene de la boca de alg�n se�or satisfecho y con las u�as bien cuidadas, que corresponde esquem�ticamente a lo que en la imaginaci�n comunista constituye un "burgu�s". La frase, en efecto, es un lugar com�n de la "derecha". Al menos un izquierdista contumaz dir�a que lo es � y yo no dudar�a en darle la raz�n, con la salvedad de que en este caso no se trata de un lugar com�n de la derecha en general, de la derecha esencial que se encarn� hist�ricamente en Edmund Burke, en Disraeli, en Al�xis de Tocqueville, en T. S. Eliot o en Jo�o Camilo de Oliveira Torres, sino de una derecha muy concreta, localizada e incluso peculiar: la derecha brasile�a de hoy, constituida enteramente por se�ores satisfechos y con las u�as bien cuidadas, cuya �nica preocupaci�n en la vida, a parte de absorber r�os de dinero para engordar y de gastar r�os de dinero para adelgazar, es precisamente no preocuparse con nada.

Adem�s de poder ser f�cilmente identificado por la mencionada contrase�a, el miembro de esa facci�n ideol�gica se significa tambi�n por auto-denominarse "centro", un t�rmino cuya exactitud se puede comprobar matem�ticamente mediante la equidistancia de su ombligo a cualquier punto de la majestuosa circunferencia abdominal que delimita, por as� decir, su substancia espiritual.

Si el lector, pertrechado con esos dos indicios, tuviese a�n alguna dificultad para distinguir al tipo, hay un tercer criterio, que no falla: el componente de ese partido destaca por la absoluta inexistencia, en su ser consciente, de cualquier conflicto entre la tranquilidad soberana con la que nos asegura que el comunismo ha muerto y la solicitud temerosa con la que procura aplacar las exigencias del fallecido mediante suculentos cheques para los proyectos educacionales del adoctrinamiento izquierdista, para la campa�a del PT, para premios culturales concedidos a los �dolos de la izquierda.

Visto desde la izquierda, �se es el derechista ideal, el derechista que los comunistas pidieron � o le pedir�an, si fuesen creyentes � a Dios. Adem�s de alimentar con su cuenta bancaria las iniciativas de la revoluci�n en marcha y de protegerlas con el manto de invisibilidad de las almas del otro mundo, acepta adem�s ofrecer su propia persona como m�ximo ejemplo comprobatorio del argumento comunista, desempe�ando de buena gana el papel del avaro rechoncho, la imagen did�ctica del burgu�s fatuo, ego�sta e interesado, que el adoctrinador marxista, con la certeza del f�cil �xito oratorio, puede exhibir a los boquiabiertos militantes como prototipo del enemigo odioso y despreciable a ser barrido de la faz de la tierra por la revoluci�n salvadora.

Otra ventaja indiscutible que la rotunda presencia de ese personaje en la parte derecha del escenario ofrece a los ocupantes de la parte opuesta es que, una vez identificado su perfil con el de la derecha en cuanto tal, cualquier derechista un poco diferente de �l que se presente � por ejemplo, un derechista honrado, lleno de ideas, que prefiera m�s bien defender valores morales que representar alegremente el papel del payaso de la historia �, acabar� pareciendo un tipo extra�o, no habr� c�mo catalogarlo y ser� expelido f�cilmente al dominio de lo anormal, de lo inaceptable, de lo absurdo. Al no haber nombre espec�fico para eso en el vocabulario corriente, la soluci�n ser� recurrir a la ampliaci�n cuantitativa y etiquetarlo: "Extrema-derecha". Hoy en d�a, en efecto, basta que Ud. diga alguna cosa que se salga de los t�picos de la derecha gorda bobalicona, basta que Ud. haga alguna cr�tica m�s seria al discurso dominante � basta que Ud. diga, por ejemplo, que ser gay no es tan valioso como ser santo �, y ya est�: todos responden que Ud. es Le Pen en persona, si no Benito Mussolini o Adolf Hitler. No estoy caricaturizando: estoy describiendo cosas que pasan todos los d�as en los peri�dicos y en las universidades.

As� pues, la derecha queda reducida a la opci�n entre hacer el papel de chivo expiatorio o de ser llamada fascista, nazi, virtual asesina de negros, indios y jud�os (aunque la derecha est� repleta de jud�os, negros y descendientes de indios). Como nadie quiere hacer ese papel vergonzoso, todos se dan prisa por vestir su uniforme de avaros rechonchos y salir repitiendo por las calles: "�Soy de centro! �Soy de centro!"

Entonces la izquierda le deja a Ud. existir: el rechoncho, en definitiva, est� ah� s�lo para ser robado, escupido y encima acusado de corrupci�n. Toda derecha que no quepa en ese modelo es nazismo.

El propio t�rmino "derecha" ha sido tan incriminado, que hoy un brasile�o, cuando viaja por Europa, se sorprende de la tranquilidad con la que un Paul Johnson, un Roger Scruton se presentan como derechistas y entre el p�blico a nadie le da un s�ncope, ni nadie los confunde con Le Pen. S�, en Europa la derecha se muestra y no es considerada pornogr�fica. En Brasil, cuando aparece, las madres tapan los ojos a sus hijos.

El control sobre el uso del vocabulario p�blico es uno de los instrumentos m�s eficientes y m�s perversos del arsenal creado por la estrategia de Antonio Gramsci para el establecimiento de la hegemon�a � el dominio hipn�tico de las conciencias � y la subsiguiente toma del poder por la izquierda revolucionaria.

Una derecha inerme y caricaturesca que no se atreve ni a decir su nombre, una derecha incapaz de escoger su propio destino, una derecha condenada a desempe�ar los papeles rid�culos u odiosos que sus enemigos le han designado, es el producto m�s t�pico de la hegemon�a izquierdista triunfante.