Los pensadores y el �xtasis

Olavo de Carvalho

O Globo, 10 de junio de 2000

Resulta insultante llamar �pensadores� a los fil�sofos. Pensar es ir de una idea a otra, tanto revoloteando entre semejanzas, como cay�ndose escaleras abajo, desde lo universal hasta lo particular, como un cuerpo inerte arrastrado por la fuerza gravitacional de las consecuencias. Un gato realiza la primera de esas modalidades sin mucho esfuerzo, un mono la segunda. Esas actividades son tan normales y sin m�rito que no podemos dejar de practicarlas. Es m�s f�cil contener la respiraci�n que detener el flujo incoercible de las sinapsis. No es justo que tipos raros y extravagantes como los fil�sofos reciban su nombre de algo que hace todo el mundo en todo momento. Alguna originalidad tendr�n que poseer, caramba, al menos en dosis que justifique que les demos cicuta para que dejen de hablar y quedarnos despu�s pregunt�ndonos durante dos milenios qu� es exactamente lo que estaban diciendo.

La originalidad del fil�sofo consiste en que no deja que el pensamiento siga la l�nea espont�nea de la asociaci�n de ideas o del automatismo de la pura deducci�n, sino que le obliga a salirse de su curso natural y a volverse hacia algo que no es pensamiento. Ese algo � el mundo, el ser, la realidad o como se le quiera llamar � es hostil al pensamiento porque insiste en tener voluntad propia e ignora soberanamente las v�as gramaticales, l�gicas y sem�nticas por las que nuestro pensar fluye con tanta naturalidad y comodidad. �Mis caminos no son vuestros caminos, ni mis pensamientos, vuestros pensamientos, dice el Se�or� (Is 55,8). El pensamiento del no-fil�sofo vive de pensamientos: de una idea extrae otra, y otra, y otra, ajeno a las intervenciones superiores, y va por ah� produciendo variaciones y floreos hasta que la vejez le obligue a empezar a repetirse. De ah� la facilidad con que ese hombre cree en sus propias conclusiones.

El fil�sofo, al contrario, fuerza a su pensamiento a alimentarse de un material extra�o y casi indigerible: hechos, percepciones, datos � informaciones, en definitiva, que a veces ni siquiera tienen nombres por los que se pueda pensar en ellas. Mientras el no-fil�sofo toma como premisas sus pensamientos anteriores o frases aprendidas, el fil�sofo se obliga a admitir, como premisa, toda y cualquier cosa que llegue a su conocimiento, por m�s inasimilable y extravagante que sea. La gran premisa del pensamiento filos�fico se llama �lo dado�. �Dado�, en filosof�a, es lo contrario de pensado. �Dado� es lo que yo no me he inventado. �Dado� es lo que se impone por s� mismo, sin que yo tenga que pensarlo para que se d�. La obsesi�n de los fil�sofos por lo �dado� es tan profunda, que la mayor�a de ellos se consagr� a la b�squeda de lo Dado absoluto y primero, de aquello que se impusiese incluso a un pensamiento incapaz de pensarlo. Desde el �primer motor� aristot�lico hasta el �mundo de la vida� de Husserl, pasando por la �cosa en s� de Kant y por la �substancia� de Spinoza, lo que los fil�sofos han buscado siempre ha sido esto: algo que ellos no pudieran inventarse. Hasta el objeto de las ciencias f�sicas es ya un arreglo intelectual, un recorte obrado por la raz�n en el cuerpo de lo dado. S�lo los fil�sofos se interesan por lo que simplemente est� ah�, por lo que el ser dice de s� mismo antes de que alguien empiece a hablar de �l. El fil�sofo es, pues, exactamente lo contrario de un �pensador�. Plat�n le llamaba �amante de espect�culos�. S�, lo que el fil�sofo ama es lo que, al provenir del espect�culo del ser, transciende infinitamente la clausura del pensar y de lo pensado. Por eso el fil�sofo es tambi�n el amante de la sabidur�a: el camino hacia la sabidur�a s�lo puede ir �hacia arriba� y �hacia fuera� � el yo pensante se sacrifica, acepta dejar de ser el centro del mundo y ceder el lugar a la realidad que lo transciende. �Ser objetivo es morir un poco�, dec�a F. Schuon.

Esto se da tanto en la m�s m�nima percepci�n sensible como en la suprema contemplaci�n espiritual. El encuentro con lo Dado supremo adopta la forma del ��xtasis�. Han sido necesarios milenios de imbecilidad acumulada para que la palabra ��xtasis� llegase a significar el arrebatamiento de un cretino hacia el interior de una caja de sue�os; y ha sido necesario llegar a la degradaci�n extrema para dar ese nombre a una droga encargada de producirlos. Sue�os, en definitiva, son cosas pensadas, y el �xtasis nos libra precisamente de la prisi�n de lo pensado. El �xtasis es la presencia plena de lo dado, es la suprema forma de realismo, esa perfecta sumisi�n del pensamiento a lo real, de la que, en un plano m�s modesto, Hegel dio ejemplo al contemplar durante largo tiempo una grandiosa monta�a y despu�s emitir su c�lebre comentario: �De hecho, es as�.� S�lo el �xtasis da conocimiento. El resto es pensamiento. Augusto Comte � �quien lo dir�a? � intuy� eso de alg�n modo al formular su m�xima: �r�gler le d�dans par le dehors�, modelar el interior por el exterior. No nos debe confundir el hecho de que otros hayan procurado, por el contrario, atraer al hombre hacia �el interior�. Cuando Agust�n clama �noli foras ire�, ese �fora� que �l nos prohibe no es al que nos referimos yo y Comte � lo dado � sino �el mundo� en el sentido b�blico del t�rmino: la charlataner�a circundante que, por provenir de los dem�s y ser repetida hasta la saciedad, nos produce la ilusi�n de que es, a su vez, dato y realidad. El pensamiento colectivo es el que oculta lo dado y a continuaci�n nos consuela de nuestra impotencia cognitiva infundi�ndonos la ilusi�n de �hacer historia�, de �crear un mundo� con nuestros pensamientos. Agust�n nos invita a regresar de la embriaguez de lo pensado a la autenticidad del ser espiritual, tan �externo� al pensamiento como la monta�a de Hegel.

�Pensar? Que de pensar se muriese un burro, nada m�s normal. Lo lamentable es que tantos �vivan� de eso, y, sin pasar de �pensadores�, se arroguen � o reciban de otros burros � el t�tulo de fil�sofos.