La locura triunfante
Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 27 de abril del 2000
Durante d�cadas, la izquierda crey� que hab�a en este pa�s dos burgues�as: una nacionalista, empe�ada en desarrollar nuestra econom�a; otra, aliada con los intereses norteamericanos y decidida a mantener al Brasil en la condici�n de proveedor de materia prima barata. La estrategia, por tanto, era sencilla: aliarse con la "burgues�a nacional" en contra del imperialismo.
La f�rmula de Luiz Carlos Prestes, del agrado de Mosc� que entonces abogaba por una l�nea de lucha electoral pac�fica, ten�a la ventaja de hacer digerible el comunismo para muchas familias de ricachones y de abrir as� a los comunistas el acceso a altos cargos en el gobierno.
En la d�cada de los 60, la alianza se rompi�. La incapacidad de los "burgueses progresistas" de reaccionar contra el golpe militar dej� hu�rfanos a los comunistas y �stos entraron en un per�odo de autocr�tica del que la estrategia de Prestes sali� hecha a�icos. El libro de Caio Prado Jr., A Revolu��o Brasileira, publicado si no me equivoco en 1969, produjo un enorme impacto disgregador. Argumentaba que no hab�a ninguna burgues�a nacional, que los burgueses eran todos unos malditos imperialistas. Lo mejor, por tanto, era mandar la estrategia electoral a fre�r esp�rragos y empezar de una vez la lucha armada, conclusi�n asumida por un librillo infame, tambi�n de gran �xito, Revolu��o na Revolu��o, de R�gis Debray. Todo parec�a muy cient�fico, pero acab� como acab�.
Los a�os siguientes estuvieron marcados por el estancamiento de las fuentes francesas, por el desmantelamiento del comunismo en el Este Europeo y por el enorme auge de la "nueva izquierda" norteamericana, que tan bien supo aprovecharse de los movimientos de los derechos civiles y aunar sus fuerzas con la avasalladora ola psic�tica de la Nueva Era que iba deshaciendo, uno a uno, los pilares de la cultura tradicional norteamericana. Se sum� a todo eso la difusi�n de las ideas de Antonio Gramsci, el fundador del Partido Comunista Italiano, que en vez de la toma violenta del poder por parte de una organizaci�n monol�tica preconizaba la lenta penetraci�n de la izquierda en la administraci�n estatal y en los �rganos formadores de la opini�n p�blica por medio de redes flexibles de colaboradores informales. Al mismo tiempo, las naciones ricas comenzaban a implantar el proyecto de globalizaci�n y de gobierno mundial, causando la rebeli�n entre los nacionalismos, pero, sobre todo, atrayendo la intervenci�n de ambiciosos intelectuales izquierdistas de todos los pa�ses, que, con la esperanza de aplicar la estrategia de Gramsci a escala global, iniciaron la "larga marcha" hacia el interior de los organismos internacionales, donde hoy reinan soberanos sobre los "movimientos sociales" plantados en el Tercer Mundo por ingenieros del comportamiento y sobre los programas educativos que est�n configurando la mente de la Humanidad futura.
La izquierda brasile�a asimil� confusamente esas transformaciones, asumiendo a la buena de Dios los eslogans de los nuevos movimientos sociales globalistas - feminismo, gays, "minor�as raciales", etc. -, e insert�ndolos, a trancas y barrancas, en su ideario hábrido en el que ya se entremezclaban absurdamente reminiscencias de la guerrilla con reclamos nacionalistas heredados de la alianza con la "burgues�a progresista".
Por ese motivo, nuestros izquierdistas pueden hoy, al mismo tiempo, bufar de indignaci�n patri�tica ante la subasta de empresas estatales e inflamarse de entusiasmo belicoso en su apoyo a protestas grupales divisionistas, insufladas por organizaciones extranjeras para debilitar al poder nacional. Por eso pueden vociferar contra el "desmantelamiento del patrimonio nacional", al mismo tiempo que se adhieren fan�ticamente a una visi�n afro-indigenista de la Historia que acaba negando la legitimidad de la existencia de Brasil como naci�n. Por eso pueden clamar contra la pol�tica del FMI y servir a las organizaciones que le dan soporte en el plano cultural y psico-social. Por eso pueden, al mismo tiempo, querer salvar la econom�a y destruir el Pa�s.
Nuestra izquierda, en resumidas cuentas, ha enloquecido. Pero ha enloquecido mientras mejoraba de vida. Al encontrar las puertas abiertas por la omisi�n cobarde de todas las dem�s corrientes de opini�n y con la ayuda de empresarios idiotas que repiten como loros: "el comunismo ha muerto", la izquierda cosecha hoy el triunfo de 30 a�os de "larga marcha", dominando sobre los medios de comunicaci�n, sobre el aparato educacional y sobre la administraci�n p�blica, repitiendo, desde lo alto del podio, su mon�logo insano. Nunca ha tenido tanto poder ni tantos medios.
Tiene todos los medios a su disposici�n: pero ya no tiene nada que transmitir excepto los g�rmenes de su descomposici�n intelectual.
Fue el contagio de la locura izquierdista lo que transform� los festejos de los 500 a�os en una payasada grotesca y masoquista. Ese mismo contagio es el que est� en lo profundo de toda la angustia e incertidumbre de la vida brasile�a de hoy d�a.